Todos los embarazos se presentan de distinta manera y cada uno tiene cuidados específicos. Para determinar de que tipo es el tuyo, es necesario que acudas a tu médico y a tus consultas prenatales.
Embarazo de bajo riesgo: Se da con mayor frecuencia en mujeres que miden menos de 1.50 metros, tuvieron algún aborto o cesárea o no tienen un control prenatal adecuado.
Embarazo de riesgo medio: Sucede a menudo en mujeres que se embarazan antes de los 20 años o después de los 35, han tenido 2 o más cesáreas, presentan infección en las vías urinarias, fueron fumadoras o están en el cuarto o quinto embarazo.
Embarazo de alto riesgo: Se le conoce así a la gestación que por alguna causa se complica y aumenta el riesgo de morbilidad, tanto para la madre como para el bebé. Se da en embarazos de mujeres mayores de 40 años o con historial de hipertensión, diabetes, abortos, hemorragias, malformaciones congénitas, enfermedades crónicas, preeclamsia y eclamsia. En la mayoría de los casos requieren de reposo absoluto.
Embarazo múltiple: Sucede con mayor frecuencia en mujeres predispuestas genéticamente (herencia), o en aquellas que se someten a tratamientos de fertilidad, donde a veces se implantan hasta 3 óvulos esperando a que uno de ellos llegue a término. Este tipo de embarazo puede ser monocigótico (gemelos) o dicigótico (mellizos). El monocigótico sucede a raíz de la división celular múltiple de un óvulo fecundado, dependiendo de cómo y cúando se de dicha división será que compartan o no el saco amniótico y la placenta, ambos bebés tendrán el mismo ADN. En el diocigótico, cuando las trompas de Falopio liberan dos óvulos y ambos son fecundados por diferentes espermatozoides, pueden o no compartir el saco amniótico y la placenta y su ADN es completamente diferente, incluso pueden ser de distinto sexo.
Este tipo de embarazo trae consigo el riesgo de padecer alguna de las siguientes patologías:
- Anemia: entre más bebés, mayor es la cantidad de nutrientes que necesita el cuerpo para alimentarlos adecuadamente y mantener balanceados los niveles de calcio, proteínas, hierro y vitaminas de la madre.
- Preeclamsia: los embarazos gemelares tienen el doble de posibilidad de desarrollarla.
- Diabetes gestacional: la doble placenta o una de mayor tamaño incrementa los niveles hormonales y la resistencia a la insulina.
- Placenta previa: la placenta, por su tamaño, podría bloquear el cuello uterino y promover una cesárea. También es frecuente que se desprenda antes de tiempo.
- Parto prematuro: entre mayor peso, más difícil será mantener a los bebés dentro. Más de la mitad de los gemelos nacen antes de las 37 semanas de gestación.
- Síndrome del gemelo evanescente: puede darse el caso de que alguno de los óvulos fecundados no se desarrolle. Si esto sucede dentro de las primeras semanas, el cuerpo reabsorbe al cigoto; pero si se da más adelante, cuando es más grande, necesitarán extirparlo para evitar una infección y posible pérdida del otro bebé.
- Síndrome de transfusión de gemelo a gemelo: si los bebés se desarrollan dentro de la misma placenta, cabe la posibilidad de que compartan venas. Si esto se da, el riego sanguíneo no será equilibrado; uno de los gemelos le pasará más sangre al otro. El donante nacerá con anemia y bajo peso, mientras que el receptor se desarrollará más y presentará hipertensión arterial.
Embarazo molar: se refiere a que durante la gestación, la fecundación no se desarrolla adecuadamente e impide la formación del feto, pero se produce una masa que tiene que retirarse quirúrgicamente. Estos pueden ser de dos tipos:
- Completo: hay división celular y formación de placenta, pero no del embrión, porque el óvulo fecundado no contiene información genética.
- Parcial: la masa se forma por mola y el principio de un embrión, pero este último es absorbido completamente por la mola. Sucede cuando dos espermatozoides fecundan un mismo óvulo.
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